Lluviosa omnipotencia, deshójate en mi vientre porque habrá de albergar, el día de la gloria, su ardorosa semilla, porque habré de ser nido, jacaranda, deshójate en mi pubis, porque habré de ser suya hasta el fin de los tiempos.
Me gusta amarte hincada de rodillas. Aquí, tan desde abajo, tan cerca de la tierra reclamo el palpitar de tu cuidado y centro mi delicia en el transcurso.
No es de extrañar que el mundo sea redondo. ¿Qué forma iba a adoptar, sino la de mi boca?
“El alma del filósofo habita en su cabeza; el alma del poeta, en su corazón; el alma del cantante reside en su garganta. Pero el alma de la bailarina, tiene su morada en todo su cuerpo” Gibran Khalil Gibran